Glencore y BHP refuerzan producción de zinc en Antamina pese a caída del cobre
o.- En los Andes del norte peruano, a más de 4,300 metros sobre el nivel del mar, la mina Antamina vuelve a colocarse en el centro de la conversación minera global. Esta vez no por sus reservas de cobre —el producto estrella del siglo XXI—, sino por su renovado impulso al zinc, un metal que, aunque menos mediático, resulta esencial para múltiples industrias, desde la galvanización del acero hasta la fabricación de baterías.
Durante una intervención en el marco de un importante foro del sector extractivo, el director de operaciones de Antamina, Luis Santiváñez, compartió una noticia que sacudió discretamente los pasillos del evento: la mina aumentará su producción de zinc un 67% este año, alcanzando las 450 mil toneladas métricas. La cifra representa un salto notable respecto a las 270 mil toneladas producidas en 2024.
Este movimiento contrasta con la reducción de 12% en la producción de cobre, que pasará de 430 mil toneladas a 380 mil toneladas en el mismo periodo. No obstante, el ejecutivo anticipó que este descenso será momentáneo, con una recuperación proyectada para 2026, cuando el cobre volvería a tocar las 450 mil toneladas. ¿La razón? Un ambicioso plan para extender la vida útil del yacimiento, uno de los más relevantes en Sudamérica.
Antamina no es cualquier mina. Controlada por gigantes del sector como Glencore y BHP, además de Teck Resources y Mitsubishi, este complejo minero ha sido durante décadas una pieza estratégica en el tablero global de los metales base. Desde su inicio de operaciones en 2001, ha sido sinónimo de eficiencia y volumen. Pero también de evolución.
Este giro hacia el zinc no ocurre en el vacío. En los últimos años, la demanda por este metal ha experimentado vaivenes, pero mantiene una relevancia indiscutible. Su rol en la infraestructura urbana, las energías limpias y la movilidad eléctrica lo posiciona como un componente indispensable en la transición energética, un fenómeno que sigue transformando las dinámicas del mercado minero global.
Perú, segundo productor mundial de cobre y también uno de los principales de zinc, se encuentra en una coyuntura desafiante. A pesar de su vasto potencial geológico, la conflictividad social, los cambios regulatorios y la falta de inversión en exploración han generado incertidumbre. En este contexto, la decisión de Antamina de reforzar su producción de zinc no solo representa una jugada estratégica empresarial, sino también un mensaje al sector: la minería peruana sigue teniendo mucho que ofrecer, incluso en contextos complejos.
Desde una perspectiva técnica, aumentar la producción de zinc implica una optimización del proceso de separación y flotación de minerales. Las vetas polimetálicas de Antamina contienen cobre, zinc, plata y molibdeno, por lo que ajustar el foco hacia uno u otro mineral requiere una sofisticada planificación. La capacidad de adaptarse con rapidez a las condiciones del mercado es precisamente una de las virtudes de este tipo de operaciones integradas.
En declaraciones a Reuters, Santiváñez también señaló que parte de esta estrategia responde al esfuerzo por extender la vida del depósito. Esto no es un dato menor. Las minas, como cualquier recurso finito, tienen un ciclo de vida determinado. Prolongar ese ciclo implica inversiones, innovación tecnológica y, sobre todo, visión de largo plazo.
El contexto internacional no es menos relevante. Glencore y BHP, operadores con presencia en varios continentes, enfrentan presiones por diversificar su cartera de productos y asegurar el abastecimiento de metales críticos en un mundo cada vez más electrificado. En ese sentido, priorizar zinc puede entenderse también como una forma de asegurar un flujo de caja estable mientras se preparan para un repunte del cobre.
La respuesta del mercado aún está por verse, pero los analistas no han pasado por alto el dato. El zinc, que cotiza actualmente en torno a los 2,500 dólares por tonelada, podría beneficiarse si este incremento en la producción peruana viene acompañado de una mayor demanda china y europea, algo que varios informes del sector ya anticipan.
También cabe destacar que este cambio ocurre sin dejar de lado la producción de cobre. El hecho de que Antamina proyecte un retorno a los niveles de 450 mil toneladas para 2026 indica que el mineral rojo sigue siendo central en su estrategia. Sin embargo, esta flexibilidad operativa permite a la empresa navegar mejor los ciclos de precios, lo que da mayor estabilidad a sus operaciones y, por ende, a las comunidades y economías locales que dependen directa e indirectamente de la mina.
Más allá de las cifras, lo que subyace en este anuncio es una historia de resiliencia y adaptación. En un entorno global que exige eficiencia, sostenibilidad y responsabilidad social, la minería tiene la oportunidad —y la obligación— de demostrar que puede ser parte de la solución. Antamina, con su apuesta por el zinc y su mirada puesta en el futuro, ofrece una muestra de cómo lograrlo. (Minería en línea)