Empresas de minerales críticos intensifican lobby en Washington ante expansión de inversiones en EE. UU.
o.- Desde que Washington empezó a destinar recursos públicos sustanciales hacia mineras de metales críticos, varias compañías han reforzado sus estrategias de influencia política. Buscan asegurarse contratos, equidad del Estado o facilidades regulatorias frente a una carrera geopolítica intensificada por asegurar cadenas de suministro.
El reciente viraje de la Casa Blanca, que no solo otorga subsidios sino que asume participaciones en empresas como MP Materials y Lithium Americas para contrarrestar la dominancia china en minerales estratégicos, movilizó a las empresas del sector. Al menos una docena de firmas —de litio, cobre, tierras raras y geotermia— contrataron desde enero prestigiosos despachos de lobby en Washington.
Estas compañías buscan influencia para asegurar inversiones federales, apoyo en permisos y contratos a largo plazo con el gobierno de EE. UU. El giro estratégico no sorprende a quienes observan los mercados: acciones de empresas del sector han registrado subidas significativas ante las expectativas de respaldo del Estado.
Entre los despachos contratados aparecen Ballard Partners, ligado al recaudador pro Trump Brian Ballard, y The Bernhardt Group, conexión con exfuncionarios del Departamento del Interior. Esta sofisticación refleja que muchas compañías ven el lobby no como gasto, sino como inversión estratégica: un vehículo para “educar” al Congreso sobre la ciencia, los procesos mineros y sus aportes al interés nacional.
Un ejemplo ilustrativo es Lithium Americas, que firmó un acuerdo con el gobierno de EE. UU. para otorgarle una participación accionaria del 5 % a cambio de acceso a un crédito de 2 260 millones de dólares para su proyecto Thacker Pass. La empresa gastó al menos 200 000 USD en servicios de lobby durante el año. También Critical Metals Corp., con operaciones en tierras raras, negocia con la Casa Blanca una posible inversión estatal en su depósito groenlandés.
Incluso compañías más pequeñas como United States Antimony, que contrató Cassidy & Associates por 130 000 USD, vieron frutos: recientemente ganó un contrato de 245 millones de dólares con la Agencia de Logística del Pentágono.
El fortalecimiento del lobby del sector tiene un claro motor: asegurar que la estrategia industrial de EE. UU. incorpore a las empresas mineras norteamericanas como actores clave, no solo como beneficiarias. En ese sentido, el gobierno ha pasado de anfitrión a socio.
No cabe soslayar que este fenómeno genera cuestionamientos legítimos. ¿Podría distorsionarse la competencia en detrimento de empresas menores o extranjeras? ¿Hasta qué punto influirán estos vínculos en las decisiones regulatorias? Pero desde la óptica minera, la estrategia resulta comprensible. Estas empresas juegan una partida compleja en la que solo las mejor posicionadas pueden sobrevivir.
Para México y Latinoamérica este episodio no es irrelevante. La soberanía sobre minerales críticos depende de políticas audaces y mercados transparentes. Ver a Estados Unidos reforzar su control político en el sector obliga a que nuestros gobiernos y compañías locales defiendan su lugar en esas cadenas globales, no solo como proveedoras de materia prima, sino como participantes activos y con voz propia. (Minería en línea)