Canadá avala inversiones estatales de EE. UU. en mineras y sella nuevo capítulo en geopolítica minera

Canadá avala inversiones estatales de EE. UU. en mineras y sella nuevo capítulo en geopolítica minera

o.- En un giro inesperado en la regulación de inversiones estratégicas, Canadá acaba de indicar que no objetará automáticamente las participaciones del gobierno de Estados Unidos en empresas mineras canadienses, siempre que los proyectos estén fuera del territorio canadiense. La noticia sacude los esquemas tradicionales de inversión estatal en el sector minero y plantea interrogantes sobre soberanía, alianzas y criterios técnicos.
El ministro canadiense de Energía y Recursos Naturales, Tim Hodgson, afirmó con firmeza durante una conferencia en Londres que las inversiones estadounidenses representan “capitalismo en acción” y que las autoridades canadienses examinarán cada operación “caso por caso”. Señaló que, si bien el régimen de Canadá impone reglas especiales bajo la Ley de Inversión Canadiense para adquisiciones por entidades estatales extranjeras, el carácter moderado de estas participaciones favorece una evaluación más flexible.
El detonante de esta postura fue el anuncio reciente de Washington sobre la adquisición de un 10 % de acciones en Trilogy Metals, con una inversión de 35,6 millones de dólares, así como su participación en Lithium Americas Corp., empresa que desarrolla el proyecto Thacker Pass en Nevada. Hodgson subrayó que esas compañías tienen activos fundamentalmente en EE. UU., lo cual disminuye el riesgo de intromisión directa en Canadá.
Desde la perspectiva gubernamental canadiense, el factor decisivo será que cada operación represente un “beneficio neto” para Canadá. Si alguna transacción se considera contraria a los intereses nacionales —por ejemplo, socavando cadenas de valor locales o comprometiendo acceso estratégico a minerales—, el Estado canadiense tiene facultades legales para intervenir.
Este posicionamiento revela una actitud pragmática frente a un mundo donde los minerales críticos, como litio, cobre y grafito, han cobrado una importancia estratégica sin precedentes. Las naciones compiten por asegurarse suministros locales y control sobre tecnologías clave, y las inversiones estatales se han convertido en herramientas de política industrial.
Desde mi punto de vista, Canadá hizo bien en no reaccionar de forma rígida. En un contexto global tan volátil, cerrar fronteras a capitales aliados puede volverse contraproducente. Si EE. UU. busca acceso técnico, cadenas de suministro compartidas y desarrollo conjunto, admitir participaciones pequeñas puede fortalecer la cooperación norteamericana en minería crítica.
Sin embargo, esta flexibilidad demanda vigilancia estricta. Canadá debe imponer criterios transparentes de evaluación sobre integridad corporativa, transferencia tecnológica, contenido local y salvaguardas contra riesgos estratégicos. Una decisión favorable no debe implicar concesiones unilaterales.
Para México y los países latinoamericanos, el precedente canadiense tiene lecciones valiosas. En muchas naciones latinoamericanas, la minería estatal o semi-estatal ha sido foco de debates por su papel en el desarrollo, la autoproducción y la regulación de capital extranjero. Si gobiernos permiten participación extranjera —pero bajo reglas claras y con control riguroso— pueden aprovechar inversiones con tecnología, capital y redes globales sin ceder soberanía.
Cabe destacar también que esta tendencia se inscribe en una dinámica más amplia: gobiernos de Europa y Asia consideran mayores inversiones estatales en minería, sobre todo en minerales críticos para baterías, almacenaje energético y redes eléctricas inteligentes. Canadá, al actuar con pragmatismo, reconoce que el rol de los estados está cambiando: no solo como reguladores, sino como actores directos en sectores estratégicos.
Por último, esta decisión canadiense podría recalibrar alianzas geoeconómicas. Autorizar (o no rechazar) inversiones estadounidenses legitima una relación más integrada de Norteamérica en temas energéticos y minerales. No obstante, introduce tensiones latentes respecto a competencia, control local y expectativas sociales de que los recursos naturales generen desarrollo doméstico, no solo beneficios para capitales externos.
Este episodio demuestra que la minería moderna no es solo extracción de roca. Es diplomacia, estrategia tecnológica y competencia por cadena de valor. Si Canadá logra manejar con equilibrio sus criterios de aprobación, podría consolidarse como referente de regulación inteligente en el sector minero. (Minería en línea)

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